A veces la casualidad es muy caprichosa. Ayer por la tarde fui a ver una buena exposición de fotografía en la sala Serrano de Ávila, y esa juguetona casualidad quiso que, cuando estaba contemplando las fotos, me llamase la atención un bullicio de aplausos que venía de una especie de teatro adosado a la sala de exposiciones. La curiosidad me pudo: entré sigilosamente en el lugar de los aplausos; al parecer -no lo tengo claro del todo- se trataba de homenajear a una serie de pintores que habían sido elegidos para una exposición. Mi sorpresa fue mayúscula cuando, entre las personalidades que presidían la mesa, pude ver al pintor Antonio López García (si, si, el de la exposición del Thyssen, el del cuadro de la Gran Vía y las estatuas de las niñas de Atocha). El portavoz del acto iba desglosando una lista de nombres completamente desconocidos para mi pero que a veces eran recibidos con unas salvas de aplausos de un entusiasmo que me parecía inexplicable.
Al parecer se trataba de la clausura de unas clases magistrales de Antonio López García y otro pintor que desconocía -José Mª Mezquita- para pintores jóvenes y no tan jóvenes. Fue un acto muy curioso donde cabía casi todo. una selección de obras para exponer, una especie de ceremonia de diplomatura para los pintores y un homenaje a la para mi casi desconocida pintora María Moreno, la esposa de Antonio López García. Yo la conocía por la película aquella de los membrillos de López García y poco más, pero puedo decir, sin exagerar, que se me paró la sangre en las venas cuando vi a su propio esposo entregar un premio en forma de ramo de rosas a su mujer, una entrañable y fragil abuela dueña de los ojos más vivaces, más verdes y más transparentes que he visto jamás: los ojos de una Pintora, así con mayúsculas.
Los cuadros de los pintores elegidos para la exposición se hallaban en el patio del edificio que aloja la sala de exposiciones. Aunque me gusta mucho el arte de la pintura no entiendo demasiado de arte contemporáneo, pero ya que estaba allí y el azar me había dado esa posibilidad estar en un acto con Antonio López, me acerqué hasta el patio para ver las obras de la exposición. Reconozco que había muchas que no entendía, pero no puedo por menos que admitir que había unas cuantas de una calidad que no se ve en museos ni en salas comerciales todos los días. Me llamó mucho la atención que algunos cuadros, sin estar acabados, eran obras completas. Y descubrí artistas absolutamente desconocidos pero con un nivel que corta el hipo. Nombres que no me sonaban de nada: un tal Alfonso Luque, Carmen Chofre, Gerard Sabater, Antonio Mateos, Alberto Romero Gil y otros que no recuerdo. Y eran verdaderamente emocionantes, muy distintos unos de otros pero con el punto común de la intensidad de su mirada, unos más abstractos y otros más realistas, pero con un amor a verdad y a la pintura que hiela la sangre en la venas. Nombres desconocidos, imágenes que me impresionaron, tanto que me he pasado unas horas de insomnio buscando por Internet sus nombres, sus imágenes.
(SIGUE)
JS
23 julio, 2011 at 11:31 am
En mi habitual burricie, desconocía que ese José Mezquita que estaba presidiendo el acto es uno de los grandes de la pintura realista a nivel mundial; de esos realistas españoles que, como Velázquez, Zuloaga o Antonio López son capaces de abarcar el universo entero en una madera podrida.
Los cuadros que estban seleccionados para esa exposición tenían un poco de ese caracter terrible y bellísimo de la pintura española. No representaban precistamente motivos hermosos: había jardines decadentes, frutas a medio perder, huesos rancios, herméticas latas. Cuando vi en el Prado los enanitos de Velázquez comprendí que lo feo sólo existe en nuestras malas intenciones, porque hay un puñado, muy modesto, de pintores que estan en el mundo para mostrarnos la belleza íntima de lo que aborrecemos al primer vistazo, de lo que nos incomoda por no someterse a ningún canon.
Lo he visto en el buen oficio de pintor, en la mirada de poeta de un tal Luque -creo que es andaluz-, en la alegría sin estridencias de una naturaleza muerta firmada por un (o una) tal Chofre, el caótico orden del para mi desconocido Gerard Sabater, el equilibrio entre el realismo barroco y la abstracción de rayajos de A. Mateos y, sobre todo, unos bodegones más raros que un gato a cuadros, fruto de un par de artistas muy conocidos en su casa a la hora de cenar: una tal Manuela (es que ni me acuerdo del apellido) y un tal Alberto Romero Gil.
Con la cantidad de imágenes y objetos hermosos que nos rodean, no comprendo como un pintor puede elegir plasmar en sus lienzos cosas tan abiertamente feas como un hueso rancio. Y menos aún puedo entender cómo cuando un Artista (con mayúsculas) puede hacer ago hermoso, de una plasticidad que mueve el corazón y una sensibilidad casi dañina a fuer de intensa con unos huesos para el caldo que han conocido días mejores, unos botes de conserva, unos dulces, en definitiva, un risible disparate.
Pero se puede. Y cuando el que pinta es el para mi desconocido Alberto Romero Gil, se obra un milagro discreto, modesto,cotidiano pero no menos asombroso: sin artificios, con una sobriedad franciscana, retrata lo más íntimo de sus espectadores en un triste hueso de jamón. Con precisa sencillez y mucha crudeza sintetiza no ya el modesto jamón,sino la verdadera «jamonidad». Y, cómo no, la humanidad: como el jamón, somos carne, hueso y poco más. Intenso y elegante. Y es que donde hay un artista, aflora la magia de la pintura, por más que el cagamandurrias de Duchamp dijera que era un arte muerto, que hay que ver las tonterías que se dicen cuando no se ha visto ningún cuadro de Romero Gil.
Tampoco se si hago muy bien en escribir en éste blog que parece un poco abandonado; si no lo está, sería un verdadero placer para el ojo y el alma volver a ver el cuadro del jamón romeriano., y si es posible, algún cuadro más de aquella exposición que me cogió con el móvil en casa, sin posibilidad de hacer una maldita foto.
Con fotos o sin ellas, muchas gracias por su pintura y su mirada, maestro.
Anonymous
4 agosto, 2011 at 5:59 am
JS, me enamoré de ti!!
Es precioso lo que dices!!! Y sabes? también entiendo que Romero Gil y Luque -granaino-, de quienes conozco algo de su obra te movieran sentimientos… en mi sucede lo mismo.
En fin, sigamos festejando tanto la pintura como el sentir!
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Anonymous
6 noviembre, 2010 at 5:48 pmSin duda, es una buena noticia.
Alberto Romero Gil
9 noviembre, 2010 at 2:13 pmGracias
josep maria jodar
12 noviembre, 2010 at 9:55 amExcellent!!!
Anonymous
2 diciembre, 2010 at 10:35 pmYa se iba echando en falta.
Anonymous
16 febrero, 2011 at 1:41 amFebrero y no llegas. . .
Anonymous
24 mayo, 2011 at 4:33 amcalla! mayo y no llega!
JS
23 julio, 2011 at 11:30 amA veces la casualidad es muy caprichosa. Ayer por la tarde fui a ver una buena exposición de fotografía en la sala Serrano de Ávila, y esa juguetona casualidad quiso que, cuando estaba contemplando las fotos, me llamase la atención un bullicio de aplausos que venía de una especie de teatro adosado a la sala de exposiciones. La curiosidad me pudo: entré sigilosamente en el lugar de los aplausos; al parecer -no lo tengo claro del todo- se trataba de homenajear a una serie de pintores que habían sido elegidos para una exposición. Mi sorpresa fue mayúscula cuando, entre las personalidades que presidían la mesa, pude ver al pintor Antonio López García (si, si, el de la exposición del Thyssen, el del cuadro de la Gran Vía y las estatuas de las niñas de Atocha). El portavoz del acto iba desglosando una lista de nombres completamente desconocidos para mi pero que a veces eran recibidos con unas salvas de aplausos de un entusiasmo que me parecía inexplicable.
Al parecer se trataba de la clausura de unas clases magistrales de Antonio López García y otro pintor que desconocía -José Mª Mezquita- para pintores jóvenes y no tan jóvenes. Fue un acto muy curioso donde cabía casi todo. una selección de obras para exponer, una especie de ceremonia de diplomatura para los pintores y un homenaje a la para mi casi desconocida pintora María Moreno, la esposa de Antonio López García. Yo la conocía por la película aquella de los membrillos de López García y poco más, pero puedo decir, sin exagerar, que se me paró la sangre en las venas cuando vi a su propio esposo entregar un premio en forma de ramo de rosas a su mujer, una entrañable y fragil abuela dueña de los ojos más vivaces, más verdes y más transparentes que he visto jamás: los ojos de una Pintora, así con mayúsculas.
Los cuadros de los pintores elegidos para la exposición se hallaban en el patio del edificio que aloja la sala de exposiciones. Aunque me gusta mucho el arte de la pintura no entiendo demasiado de arte contemporáneo, pero ya que estaba allí y el azar me había dado esa posibilidad estar en un acto con Antonio López, me acerqué hasta el patio para ver las obras de la exposición. Reconozco que había muchas que no entendía, pero no puedo por menos que admitir que había unas cuantas de una calidad que no se ve en museos ni en salas comerciales todos los días. Me llamó mucho la atención que algunos cuadros, sin estar acabados, eran obras completas. Y descubrí artistas absolutamente desconocidos pero con un nivel que corta el hipo. Nombres que no me sonaban de nada: un tal Alfonso Luque, Carmen Chofre, Gerard Sabater, Antonio Mateos, Alberto Romero Gil y otros que no recuerdo. Y eran verdaderamente emocionantes, muy distintos unos de otros pero con el punto común de la intensidad de su mirada, unos más abstractos y otros más realistas, pero con un amor a verdad y a la pintura que hiela la sangre en la venas. Nombres desconocidos, imágenes que me impresionaron, tanto que me he pasado unas horas de insomnio buscando por Internet sus nombres, sus imágenes.
(SIGUE)
JS
23 julio, 2011 at 11:31 amEn mi habitual burricie, desconocía que ese José Mezquita que estaba presidiendo el acto es uno de los grandes de la pintura realista a nivel mundial; de esos realistas españoles que, como Velázquez, Zuloaga o Antonio López son capaces de abarcar el universo entero en una madera podrida.
Los cuadros que estban seleccionados para esa exposición tenían un poco de ese caracter terrible y bellísimo de la pintura española. No representaban precistamente motivos hermosos: había jardines decadentes, frutas a medio perder, huesos rancios, herméticas latas. Cuando vi en el Prado los enanitos de Velázquez comprendí que lo feo sólo existe en nuestras malas intenciones, porque hay un puñado, muy modesto, de pintores que estan en el mundo para mostrarnos la belleza íntima de lo que aborrecemos al primer vistazo, de lo que nos incomoda por no someterse a ningún canon.
Lo he visto en el buen oficio de pintor, en la mirada de poeta de un tal Luque -creo que es andaluz-, en la alegría sin estridencias de una naturaleza muerta firmada por un (o una) tal Chofre, el caótico orden del para mi desconocido Gerard Sabater, el equilibrio entre el realismo barroco y la abstracción de rayajos de A. Mateos y, sobre todo, unos bodegones más raros que un gato a cuadros, fruto de un par de artistas muy conocidos en su casa a la hora de cenar: una tal Manuela (es que ni me acuerdo del apellido) y un tal Alberto Romero Gil.
Con la cantidad de imágenes y objetos hermosos que nos rodean, no comprendo como un pintor puede elegir plasmar en sus lienzos cosas tan abiertamente feas como un hueso rancio. Y menos aún puedo entender cómo cuando un Artista (con mayúsculas) puede hacer ago hermoso, de una plasticidad que mueve el corazón y una sensibilidad casi dañina a fuer de intensa con unos huesos para el caldo que han conocido días mejores, unos botes de conserva, unos dulces, en definitiva, un risible disparate.
Pero se puede. Y cuando el que pinta es el para mi desconocido Alberto Romero Gil, se obra un milagro discreto, modesto,cotidiano pero no menos asombroso: sin artificios, con una sobriedad franciscana, retrata lo más íntimo de sus espectadores en un triste hueso de jamón. Con precisa sencillez y mucha crudeza sintetiza no ya el modesto jamón,sino la verdadera «jamonidad». Y, cómo no, la humanidad: como el jamón, somos carne, hueso y poco más. Intenso y elegante. Y es que donde hay un artista, aflora la magia de la pintura, por más que el cagamandurrias de Duchamp dijera que era un arte muerto, que hay que ver las tonterías que se dicen cuando no se ha visto ningún cuadro de Romero Gil.
Tampoco se si hago muy bien en escribir en éste blog que parece un poco abandonado; si no lo está, sería un verdadero placer para el ojo y el alma volver a ver el cuadro del jamón romeriano., y si es posible, algún cuadro más de aquella exposición que me cogió con el móvil en casa, sin posibilidad de hacer una maldita foto.
Con fotos o sin ellas, muchas gracias por su pintura y su mirada, maestro.
Anonymous
4 agosto, 2011 at 5:59 amJS, me enamoré de ti!!
Es precioso lo que dices!!!
Y sabes? también entiendo que Romero Gil y Luque -granaino-, de quienes conozco algo de su obra te movieran sentimientos… en mi sucede lo mismo.
En fin, sigamos festejando tanto la pintura como el sentir!
Un abrazo grande
Musga
Alberto Romero Gil
4 agosto, 2011 at 6:30 amGracias a todos!!!
JS tu cuadro también respiraba jamonidad 100%
Intentaré volver…