Vencido por una mesa
La realidad es severa. Todo lo que pongo sobre la mesa coge enseguida una rotunda presencia incontestable. Es difícil descifrar el camino a seguir para llegar a su profundo secreto, tanto que me contentaría con resolver el espacio que hay entre dos objetos, por muy pequeño que sea este, y dejar el resto del cuadro en blanco.
Lo que tengo delante no es tan solo una imagen, aquello tiene aire e incluso experiencia genética, por ello me resisto a pintar como si lo único que importara fuese capturar, con mayor o menor habilidad, una simple imagen de aquello. Hay mucho más. Miro y huelo esos alimentos desde el caballete y la objetividad desaparece. Me inundo de sentimientos encontrados, la dignidad de ser alimento contrasta con la visión grotesca de quien lo engulle y me pregunto como pintar ese equilibrio.
Tengo ante mi naturalezas muertas, objetos inertes. Pero en cambio, esa mesa está llena de vida, de cambios y matices. Es curioso como al retirar los objetos, la mesa me devuelve un lienzo con una carga pictórica insuperable. Ese lienzo está más vivo que cualquier cuadro que haya pintado o pueda pintar.
Y ¿cuál es su misterio? la mesa es partícipe de la realidad, no interpreta, no observa, ella forma parte de la misma experiencia vital y de ahí su incontestable verdad, ese es su secreto ¿Y cómo consigo ser yo participe, ser experiencia, si soy espectador?
¿Como pintar con la transparencia de los Retratos de El Fayum cuando ya has visto a Bacon o a Giacometti?
Estar sin aparecer .…me es absolutamente imposible.