Inocencio X de Velázquez
Todas las mañanas antes de empezar a pintar me gusta sentarme en el estudio un rato, y dedicar un tiempo a observar y pensar. Unas veces en mi cuadro o en el que vendrá, en el motivo a representar, en el futuro o presente, pero lo que más necesito hacer es coger unos cuantos libros para contemplar y estudiar cómo otros pintores han resuelto aspectos que tan cuesta arriba se me hacen. Por ello, estos días he reproducido en papel para colgarlos algunos cuadros en la pared del estudio.
Uno de esos cuadros es el retrato de Inocencio X de D. R. De Silva y Velázquez. Creo que no hay en toda la historia del Arte un retrato que haya llegado tan alto, y no sólo en técnica. Ana y yo lo pudimos contemplar en directo en el viaje que hicimos el pasado verano a Roma, la verdad es que nos quedamos mudos, era impresionante, allí solo, en una sala con una presencia que imponía, ¡daba miedo!. Es maravilloso ser testigo del talento de un hombre que mediante la magistral utilización del lenguaje de la pintura es capaz de sintetizar la esencia de un hombre y su sociedad. ¡Y encima de una manera que parece fácil!. Como dice un amigo gaditano, ¡ese hombre parece que suda! (y en todo su significado).